Explorando la endometriosis: una enfermedad sorprendentemente común
Resumen:
- La endometriosis es una enfermedad inflamatoria crónica frecuente que afecta a una de cada diez mujeres que menstrúan.
- Los síntomas incluyen menstruaciones dolorosas, fatiga e infertilidad, lo que repercute en la vida cotidiana, las relaciones personales y la productividad laboral.
- El diagnóstico puede ser un proceso largo y delicado, pero las mejoras introducidas en la tecnología de imagen podrían reducir los procedimientos diagnósticos invasivos.
- Las opciones de tratamiento incluyen anticonceptivos hormonales como medicación, otros tratamientos hormonales y cirugía.
La endometriosis es una enfermedad inflamatoria crónica en la que células pertenecientes al interior del útero de la mujer* se encuentran en otras partes del cuerpo. Esta enfermedad se caracteriza por dolor pélvico debilitante durante la menstruación, las relaciones sexuales, la excreción o la micción, así como flujo menstrual abundante, fatiga e infertilidad [1,2,3]. En consecuencia, la calidad de vida puede verse gravemente afectada [4,5,6]. Lo más sorprendente de la enfermedad es que se sabe poco sobre su causa, a pesar de que afecta a una de cada diez mujeres estadounidenses en edad reproductiva [7], o a una de cada nueve australianas menores de 44 años [8], por ejemplo. Como resultado, el camino hacia el diagnóstico suele ser largo y difícil [9], lo que subraya la necesidad de que las posibles afectadas sepan distinguir entre los calambres fuertes y la endometriosis. En este artículo, abordamos las últimas investigaciones sobre el origen de la endometriosis, cómo se diagnostica la enfermedad y cuales son las opciones de tratamiento disponibles.
La primera hipótesis sobre la endometriosis fue propuesta por John A. Sampson en 1927 y aún sigue siendo la más aceptada. La menstruación retrógrada, que se produce cuando la regla fluye en la dirección equivocada, puede arrastrar fragmentos de células viables del revestimiento del útero, denominado endometrio. Dado que los ovarios no están directamente unidos a las trompas de Falopio, la menstruación retrógrada permite que la menstruación fluya hacia la pelvis para que las células endometriales invadan otros tejidos, formando posteriormente un tejido cicatricial denominado lesiones endometriales [10]. El efecto de la gravedad, el flujo de líquido en el sentido de las agujas del reloj alrededor del abdomen y la anatomía de la pelvis encajan con la forma que las lesiones endometriales suelen distribuirse en el cuerpo. Por ejemplo, estas lesiones tienden a aparecer con mayor frecuencia en áreas como las trompas de Falopio, los ovarios y el espacio entre el útero y el recto o la vejiga [10,11,12]. Sin embargo, las lesiones también pueden aparecer (aunque más raramente) en el cuello uterino, o incluso alrededor del estómago, los intestinos y los pulmones, que son menos accesibles desde la pelvis [1,10]. Por lo tanto, la hipótesis de Sampson es incompleta.
También es plausible que la genética, la inflamación, la inmunidad, las hormonas y los factores ambientales puedan actuar conjuntamente para causar endometriosis. Desde el punto de vista genético, la probabilidad de padecer endometriosis se multiplica por seis si un familiar de primer grado la padece [13], y los investigadores se centran actualmente en identificar «genes de la endometriosis» y marcadores para diagnosticar la enfermedad [14,15,16]. Una revisión de estudios realizados entre 1991 y 2011 sugiere que la hormona sexual estrógeno, asociada a la mujer, está implicada en el aumento de la inflamación y en la mejora de la supervivencia de las células endometriales, lo que contribuiría a síntomas como el dolor pélvico y la infertilidad [17]. La actividad de los glóbulos blancos encargados de eliminar las células no deseadas del organismo puede estar alterada en las mujeres con endometriosis, lo que puede llevar a que las células rebeldes del endometrio escapen a la detección. Las lesiones endometriales liberan de forma persistente moléculas que promueven la inflamación y también la formación de nuevos vasos sanguíneos, lo que produce una respuesta inflamatoria crónica en el organismo [18]. En un estudio de 161 pacientes con endometriosis, factores ambientales como el nacimiento prematuro y la alimentación con fórmula se correlacionaron con una mayor probabilidad de padecer la enfermedad, de ahí que esto pueda afectar al desarrollo de la endometriosis antes y después del nacimiento [19]. Además, todos los factores de riesgo conocidos de aumento del flujo menstrual, como los ciclos menstruales cortos y la edad temprana de la primera regla, se solapan con el riesgo de endometriosis [20]. Periódicamente se publican artículos científicos en los que se revisan ampliamente los estudios sobre la endometriosis, que pueden ofrecer más ejemplos, aunque persiste el tema común de que los mecanismos biológicos exactos que subyacen a la endometriosis aún no están claros o necesitan validación [21].
Como consecuencia de estas lagunas de conocimiento y del solapamiento de síntomas como el dolor pélvico con otros trastornos gastrointestinales y urinarios, el diagnóstico de la endometriosis puede ser un proceso largo y delicado [22]. El tiempo de diagnóstico puede oscilar entre 4 y 11 años, y el 65% de las mujeres reciben inicialmente un diagnóstico erróneo [9]. Existen tres tipos principales de endometriosis: lesiones peritoneales superficiales (SUP), endometriomas ováricos (OMA) y endometriosis infiltrante profunda (DIE) [21]. El método más confiable y preciso para diagnosticar la endometriosis implica llevar a cabo una cirugía mínimamente invasiva. En esta cirugía, se utiliza un tubo delgado y equipado con una cámara iluminada para tomar imágenes desde una pequeña incisión realizada en el abdomen con el propósito de buscar pruebas de la presencia de lesiones endometriales [1]. Sin embargo, técnicas de imagen como la ecografía tomada desde el interior de la vagina y la resonancia magnética (RM) también pueden identificar adecuadamente la endometriosis de tipo OMA y DIE [23,24,25]. Investigadores de la Universidad de París Descartes sostienen que mantener un historial médico detallado y coherente de una mujer, que incluya información sobre el dolor que experimenta durante sus ciclos menstruales, puede ser de gran ayuda para comenzar un diagnóstico temprano y preciso de la endometriosis [21].
Una vez diagnosticada la endometriosis, hay que centrarse en el tratamiento de los síntomas, ya que actualmente no existe cura. La primera línea de tratamiento suelen ser los analgésicos y los anticonceptivos orales, especialmente cuando se utilizan sin interrupción de la menstruación, ya que reducen la inflamación y, por tanto, el dolor [26,27]. Sin embargo, esta opción no es adecuada para las mujeres que desean quedarse embarazadas. Además, entre una cuarta y una tercera parte de las pacientes no responden al tratamiento, tienen efectos secundarios adversos u otras razones médicas para no tomar anticonceptivos hormonales [28]. En estos casos, se puede prescribir una clase diferente de hormonas llamadas análogos de la hormona liberadora de gonadotropina (Análogos de GnRH) que alivia el dolor en el 85% de las mujeres, aunque es más cara que la terapia de primera línea [26,29]. Como alternativa, puede recurrirse a la cirugía mediante el mismo método guiado por cámara explicado anteriormente para extirpar las lesiones parcial o totalmente, e incluso puede realizarse durante la cirugía diagnóstica de forma simultánea. Sin embargo, la evidencia de alivio del dolor a largo plazo y de ayuda a la infertilidad es controvertida, y también es posible la recurrencia de la endometriosis [30,31]. Como último recurso, pueden extirparse el útero o los ovarios [32].
En general, la endometriosis es una enfermedad difícil que afecta a las mujeres que menstrúan en todo el mundo. La investigación sigue reduciendo las lagunas de conocimiento, pero mientras tanto, mejorar la divulgación y la educación es un primer paso importante para concienciar sobre un trastorno tan común [8].
*Exclusión de responsabilidad: en este artículo se utilizará el término «mujeres» para referirse a las personas que menstrúan, con el fin de reflejar los términos empleados en la literatura científica.
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