The second scientist — The female underdogs
Summary
· La meritocracia, aunque atractiva, a menudo beneficia a grupos ya privilegiados, enmascarando grandes desigualdades en la Academia.
· El término underdog se refiere a personas que se enfrentan desafíos
sistémicos, pero aun así siguen luchando por el reconocimiento y el éxito
· Las contribuciones científicas de Rosalind Franklin, Chien-Shiung Wu y Katherine Johnson fueron en su mayoría ignoradas y solo reconocidas años después.
· Los esfuerzos por la diversidad e inclusión en la academia están creciendo,
lo que da esperanza a un futuro más justo.
El concepto de meritocracia —la idea de que el esfuerzo individual se correlaciona con el éxito— puede sonar a priori atractivo y alentador. Sin embargo, la historia demuestra que la meritocracia a menudo solo funciona para aquellos que ya tienen acceso a privilegios: educación, redes de contactos e identidades que se alinean con las normas sociales. La bicicleta de la meritocracia suele estar a punto si eres un hombre blanco y rico, pero generalmente tiene una rueda pinchada y está oxidada si no es el caso. Dentro de este marco, muchas mujeres —especialmente aquellas que pertenecen a grupos marginados— han tenido (y siguen teniendo) que luchar constantemente contra prejuicios y barreras sistémicas para poder obtener el reconocimiento que merecen y ascender en las instituciones. En la Academia ocurre igual. Los ideales de meritocracia a menudo ocultan desigualdades profundamente arraigadas en el sistema —el acceso a oportunidades de investigación y financiación a menudo dependen de redes y afiliaciones institucionales ya existentes, lo que a menudo excluye a los grupos que ya están subrepresentados, manteniéndose así el statu quo. En consecuencia, el “éxito” en la academia no siempre es un reflejo del talento o el esfuerzo individual [1].
Tal vez hayas escuchado el término anglosajón underdog. Se refiere a alguien que está en desventaja o en una posición subordinada, a menudo “luchando” contra oponentes más fuertes o en situaciones de dificultad. Es un término que se usa a menudo en el contexto de competiciones deportivas, pero se puede extrapolar a conflictos o a otras situaciones de la vida donde el underdog, sería la persona o el grupo que se espera que pierda, pero que, aún así, no se rinde, encarnando la resiliencia y la determinación. El ejemplo canónico de esto sería el triunfo de David contra Goliat. Pero no hace falta irse a historias bíblicas para encontrar relatos de underdogs: la Academia está llena de ellos. Son historias de personas que constantemente tienen que enfrentarse a barreras, que van desde casos de discriminación racial y de género, hasta situaciones más sutiles, como el acceso limitado a fondos, la falta de oportunidades para establecer contactos o la dificultad para navegar estructuras jerárquicas. La sección «The second scientist» concluye con este artículo como un tributo a todos los underdogs en la ciencia, y lo hacemos explorando las historias de tres científicas—Rosalind Franklin, Chien-Shiung Wu y Katherine Johnson— cuyas contribuciones a la ciencia, a pesar de ser cruciales, fueron pasadas por alto durante años.
Empecemos por la historia de Rosalind Franklin, una química y cristalógrafa cuyo trabajo fue fundamental para descubrir la estructura del ADN, la molécula que contiene las instrucciones genéticas para la vida. Su famosa Foto 51, capturada mediante difracción de rayos X, mostró por primera vez datos cruciales sobre cómo se estructura el ADN. Esta imagen y su análisis proporcionaron las evidencias clave que permitieron a sus colegas del King’s College, James Watson y Francis Crick, concluir que la molécula de ADN tiene una estructura de doble hélice. Simultáneamente, ellos y Franklin construyeron el primer modelo correcto de la molécula de ADN en 1953 [2]. Hoy en día, la ética de la investigación científica probablemente habría llevado a una publicación conjunta del descubrimiento. Sin embargo, Watson y Crick publicaron su modelo teórico, y en el mismo número de la revista científica Nature, Franklin y Wilkins, otro colega, publicaron sus datos experimentales por separado, en lo que comúnmente se conoce como una publicación back-to-back. A pesar de sus contribuciones esenciales, Franklin fue en gran medida ignorada y menospreciada en su tiempo. Únicamente, en años posteriores Franklin comenzó a recibir el reconocimiento que merecía. Falleció en 1958, a los 37 años, cuatro años antes de que Watson, Crick y Maurice Wilkins recibieran el Premio Nobel por su descubrimiento (el Premio Nobel no se puede otorgar de manera póstuma). Ni Watson ni Crick la mencionaron en sus discursos y desafortunadamente, hoy en día, el modelo de la doble hélice se atribuye comúnmente solo a Watson y Crick [2,3].
Otro ejemplo de una underdog en Academia es Chien-Shiung Wu, conocida como la «Primera Dama de la Física». Fue una fisicoquímica chino-estadounidense cuyo trabajo fue fundamental para avanzar en la física nuclear. En 1956, Wu realizó un experimento pionero que demostró que la «ley de la paridad» era incorrecta, una suposición fundamental en la física nuclear. Sus experimentos proporcionaron la evidencia necesaria para validar el trabajo teórico de sus colegas, Tsung-Dao Lee y Chen-Ning Yang, que revolucionaba la comprensión de la física de partículas [4]. Ellos publicaron su teoría en 1956, y un año después, Wu publicó su trabajo experimental. Sin embargo, solo Tsung-Dao Lee y Chen-Ning Yang recibieron el Premio Nobel de Física en 1957, y las contribuciones de Wu fueron pasadas por alto. Es importante señalar, sin embargo, que (en este caso) tanto Lee como Yang reconocieron a Wu en sus discursos cuando recibieron el premio y luego abogaron por su reconocimiento ante el Comité Nobel [5]. A lo largo de su carrera, Wu enfrentó barreras significativas como mujer e inmigrante en un campo dominado por hombres. “Casi todo lo que se escribió sobre ella en ese momento se refiere a lo guapa que era, de manera orientalista y lasciva,” dijo su nieta en un artículo de The Washington Post [6]. A pesar de esto, se convirtió en una de las físicas más respetadas de su tiempo, contribuyendo al Proyecto Manhattan durante la Segunda Guerra Mundial [4]. Sin embargo, como su amigo Oppenheimer, más tarde tuvo dudas profundas sobre el uso de las armas nucleares [6]. Aunque recibió numerosos premios más tarde en su vida, incluido el Premio Nacional de la Ciencia, su exclusión del Premio Nobel es un claro ejemplo de los prejuicios sistémicos que a menudo oscurecen las contribuciones de las mujeres en la ciencia.
De manera similar, la inspiradora historia de Katherine Johnson, popularizada por el libro y la película Hidden Figures, es otro ejemplo relevante de underdog. Esta mujer afroamericana, junto con otras mujeres negras, trabajó como matemática en la NASA durante más de 30 años en la época de la Carrera Espacial, superando las barreras duales de la segregación racial y la exclusión de género. Los cálculos de Johnson fueron esenciales para el éxito del vuelo orbital de John Glenn en 1962 [7] lo que fue un paso importante para que Estados Unidos igualara la Carrera Espacial con la Unión Soviética durante la Guerra Fría. También contribuyó a los cálculos para el aterrizaje en la luna en 1969 [7]. A pesar del impacto de su trabajo, su figura no fue ampliamente reconocida hasta la publicación del libro Hidden Figures en 2016 (30 años después de que Johnson dejara la NASA), que destaca las historias no contadas de las mujeres detrás del éxito de la NASA. El libro dio lugar a una adaptación cinematográfica que recibió dos nominaciones al Oscar. Katherine Johnson, a sus 98 años, fue invitada al escenario de los Oscars donde recibió una ovación. En 2015, el presidente Obama le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad, el más alto galardón civil de Estados Unidos, reconociendo así su trabajo pionero y su papel en el avance de la exploración espacial.
A pesar de los contextos desfavorables, todas estas mujeres lograron desafiar el statu quo y, en última instancia, superaron sus circunstancias (con o sin reconocimiento en vida). Pero más allá de sus descubrimientos científicos y méritos, estas historias exudan una cosa: son historias de esperanza. Incluso en las realidades más duras, los underdogs pueden colarse por las grietas de la meritocracia, sirviendonos como ejemplo. Por supuesto, es importante tener en cuenta que algunas de estas mujeres, dentro de sus dificultades, nacieron en familias y/o países que les proporcionaron un cierto nivel de privilegio social y económico. Una vez más, esto demuestra que, incluso dentro de un grupo de personas que enfrentan desafíos sistémicos, las circunstancias individuales pueden crear diferentes niveles de privilegio y acceso a oportunidades.
Para nivelar verdaderamente el campo de juego, primero debemos comprender y reconocer el concepto de privilegio. Entender el privilegio no se trata de asignar culpas, si no de reconocer que existen disparidades en las oportunidades, donde solo algunas personas se ven obstaculizadas por ciertas barreras. Reconocer estas inequidades y las fallas en la noción de meritocracia es un paso crucial para crear una sociedad más inclusiva y justa [8,9]. Cuando la desigualdad persiste, a menudo conduce a una homogeneización de puntos de vista y experiencias, limitando nuestra capacidad para explorar nuevas preguntas y aumentando el riesgo de estancamiento científico (y social) [10]. La Academia debe ser tan diversa como lo es la humanidad.
No podemos retroceder en el tiempo para otorgar el Premio Nobel a las muchas mujeres científicas injustamente pasadas por alto en la historia, ni podemos hacer que sientan y reciban el reconocimiento que merecen. Pero lo que sí podemos hacer es compartir y reconocer sus historias pasadas para que puedan tener un impacto en nuestro presente. Afortunadamente, las cosas están empezando a cambiar. Muchas instituciones y organizaciones están implementando programas diseñados para fomentar la inclusión, como prácticas de contratación enfocadas en la diversidad, criterios para la selección de ponentes en conferencias, iniciativas de mentoría y oportunidades de financiamiento destinadas a igualar las condiciones [10]. Pero igual de importante es que las personas, con su actitud diaria, hagan que los entornos laborales sean agradables para todos, especialmente para quienes no son blancos, no son hombres o simplemente son diferentes (de la demografía predominante en las instituciones) [8,9,10]. Si bien queda mucho por hacer, estos esfuerzos (individuales o sistémicos) señalan un reconocimiento creciente del valor de la diversidad en la Academia y un compromiso colectivo para construir un futuro más equitativo.
References
- Zivony (2019). Academia is not a meritocracy. Nature human behaviour (https://www.nature.com/articles/s41562-019-0735-y)
- Thompson & Shamini Bundell (2023) How Rosalind Franklin’s story was rewritten. Nature podcast (https://www.nature.com/articles/d41586-023-01443-w)
- Cobb & Comfort (2023) What Rosalind Franklin truly contributed to the discovery of DNA’s structure. Nature (https://www.nature.com/articles/d41586-023-01313-5)
- Huget Pané.(2024) Chien-Shiung Wu, la “Marie Curie china” que revolucionó la física. Historia National geographic (https://historia.nationalgeographic.com.es/a/chien-shiung-wu-por-que-marie-curie-china-no-recibio-premio-nobel_16354 )
- https://physicscommunication.ie/chien-shiung-wu-the-nobel-prize-that-should-have-been/
- https://www.washingtonpost.com/lifestyle/2021/12/13/chien-shiung-wu-biography-physics-grandmother/
- https://science.nasa.gov/people/katherine-johnson/
- Webb et al., 2022. The Minority Scientists’ Experience – Challenging and Overcoming Barriers to Enhancing Diversity and Career Advancement. J IMMUNOL ;208(2):197–202. doi: 10.4049/jimmunol.210107
- https://www.unesco.org/en/articles/equity-inclusion-and-transformation-higher-education
- https://globalyoungacademy.net/wp-content/uploads/2019/04/GYA-Connections-2019.pdf
Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.